
LOS PROTISTOS
Un comerciante holandés de paños, aficionado a pulir lentes, descubrió, con curiosidad y asombro que la combinación entre ellos aumentaba los objetos pequeños muchas veces. Ya otros habían aplicado, a la observación de las estrellas lejanas, esta propiedad. Con paciente trabajo este curioso hombre de negocios fabricó un aparatito, que le permitía colocar bajo los lentes, por él mismo talladas, gotas de lluvia, de agua del mar y de pozos.
¡Qué sorpresa! el ojo humano no había apreciado ese maravilloso mundo de seres pequeñísimos que se movían, incesantemente, con sus minúsculos órganos.
Un comerciante holandés de paños, aficionado a pulir lentes, descubrió, con curiosidad y asombro que la combinación entre ellos aumentaba los objetos pequeños muchas veces. Ya otros habían aplicado, a la observación de las estrellas lejanas, esta propiedad. Con paciente trabajo este curioso hombre de negocios fabricó un aparatito, que le permitía colocar bajo los lentes, por él mismo talladas, gotas de lluvia, de agua del mar y de pozos.
¡Qué sorpresa! el ojo humano no había apreciado ese maravilloso mundo de seres pequeñísimos que se movían, incesantemente, con sus minúsculos órganos.
Animálculos los llamó nuestro observador, Anton Van Leeuwenhoek. Su artefacto, bautizado con el nombre de microscopio, hizo una revolución entre los sabios de ésa época lejana, casi doscientos años después del Descubrimiento de América…
Siendo que Van Leeuwenhoek, envió una relación de sus hallazgos a la «Real Sociedad para el mejoramiento de las Ciencias Naturales de Londres», publicándose por primera vez en su periódico la noticia sobre los seres microscópicos o microorganismos.
Hoy se conocen los microorganismos merced al perfeccionamiento del rudimentario microscopio de Anton Van Leeuwenhoek; microbios dueños de todo un reinado denominado el reino de los protistos, parásitos y bacterias, entre otros, se pueden observar a través de este grandioso invento y es precisamente a éste vendedor de telas a quien honestamente debo agradecer por el descubrimiento de un parásito tan simple y nada excepcional (Blastocystis Hominis), pero por no haber sido tratado a tiempo me costó meses de malestar e incomodidad.
La moraleja de la dichosa enfermedad está en que no debemos bajo ninguna circunstancia auto recetarnos, suponer que las molestias que nos aquejan se refieren a uno u otro padecimiento, como por ejemplo síntomas como nauseas, vómito, diarrea no son sinónimos de una gripe o gripa, o que un simple mareo no necesariamente ocurre porque no dormimos bien una noche… cada señal que emite nuestro cuerpo se refiere a algún determinado problema y es mejor acudir a la medicina en cualquier caso…
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